martes, 13 de noviembre de 2007

Celebración de la soledad

Ya no hay donde escapar.
Estamos solos, vos y yo. Yo y vos.
O sea, solo yo.

Que raro es mirarte/me. Estas/estoy frente al espejo.
Nos vemos un poquito más viejos, un poco más caminados.
Pero ahí, en el fondo, bien al fondo, estoy/estamos, a los 14 años.
Está la ternura y está, también, el compromiso de no perder, NUNCA, la sensibilidad.

Pero hay un tercero. Lo miro y no veo nada. Nada de nada.
Y es porque es otro espejo. Está fijado en otra parte, lo acomodo.
Aquí estamos. Aquí estoy. Ya no son necesarios ustedes.
O sea, los espejos.
Puedo reconocerme sin mirar mi reflejo.
Mirarme a los ojos ya no me asusta.

¿Quién diría que llegaría hasta este punto?
Tal vez Dios lo sabía. Tal vez, si es que existe tal cosa, todo esto tenga que ver con un karma, con una lección que ha que aprender, con una vida que hay que pasar, para dar el salto a la siguiente.

Celebro la vida, esta vida y celebro esta soledad. No me molesta.
La celebro y lo hago a lo grande.

Me quiero y me gusto y no me importa reconocerlo.
Luego de semajante depresión, luego de semajante valoración negativa que me tenia, el hoy quererme tanto, me alegra y me hace feliz.
Solo así, tengo asegurado el poder querer tanto, como me quiero, a otras personas.

Ser feliz. Esa es la clave. ¿Qué sentido tiene si no todo el resto?
Ser feliz.

Tu sonrisa, Cosme (o el nombre que te pusieron al nacer) me pone contento.
No la perdas.

Yo. O sea Cosme. O sea el que tiene otro nombre en el carnet de identidad.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Quererte, para que te quieran.

Cosme dijo...

Así como te puedo querer a vos, ahora, por ejemplo, querida amiga :)